miércoles, 18 de septiembre de 2013

Capítulo 10. ¿Sanos y a salvo?

La Gira de la Victoria continúa. Distrito 10 y una nota más. Distrito 9 y una nota más. Distrito 8 y una nota más. En todas, lo que he descubierto que son antiguos vencedores, me animan a seguir ya que, aunque no he conseguido aún que la gente se una a la causa, estoy llevándoles el sabor de la libertad. Algo que ansían desde los Días Oscuros. Cada entrega de notas se produce a las doce en punto.
Mi equipo de preparación no necesita mucho tiempo para arreglarme. Sólo lo básico, ordenarme meterme en tres bañeras llenas de distintos potingues, arreglarme el pelo, aplicarme la mascarilla que impide que me salga barba y bigote y maquillarme superficialmente para taparme mis ojeras.
Vuelvo a tener problemas para dormir y eso que lo peor, los Distritos 1 y 2, aún no han llegado. Pero sueño con ellos, con los tributos que no conocí, y me imagino sus dolorosas muertes a manos de los profesionales. También están mis sueños en los que aparece gente de los distritos asesinada por romper las normas… y es culpa mía. Haymitch bebe más que nunca y me preocupa lo que esté pasando por su cabeza.
Cuando el tren afloja, Portia entra en mi habitación con la bolsa de siempre. Esta vez, en su interior hay unos pantalones negros con franjas a los lados que destellan como el fuego y una chaqueta de cuero marrón y azul.
-¿Y la camiseta? – pregunto, rebuscando en el interior de la bolsa.
-No hay camiseta – responde Portia, observando cómo se me quedan los pantalones.
-¿Qué?
-Vas a mostrar tus tatuajes. Tú decides hasta donde bajar la cremallera.
Eso tiene un doble significado. No sólo se refiere a cuánto quiero mostrar mi cuerpo, sino también cuánto quiero mostrar a la gente mis tatuajes, la recreación de lo que hay más allá de la alambrada. Termino por bajar la cremallera hasta el final.
Estamos en el Distrito 6, transporte. En mi opinión, unos de los distritos más esenciales de Panem. También es el distrito del que venían Cassandra y Will. Por un lado estoy tranquilo ya que hice todo lo que pude por mantener a ambos con vida, mientras que ellos, o al menos ella, sólo planeaban matarme. Por otro lado, estoy aterrado de encontrarme con sus padres. La madre de Will ganó los juegos justo un año después que su hermano, el padre de Cassandra.
Me encuentro con Haymitch y Effie en la puerta del tren. Cuando las puertas se abren, un grupo de agentes de la paz nos escolta hasta un coche negro de cristales tintados que nos conduce al Edificio de Justicia. Al igual que en el resto de distritos, cuando entro me invade el olor de la comida que están preparando para nosotros en la cocina. Aunque, a diferencia de algunos de los otros distritos, como el once, aquí no huele tanto a humedad y moho.
Nos ponemos en fila mientras suena el himno de Panem y salimos al exterior cuando el alcalde nos presenta a la multitud. Me reciben grandes aplausos y me pregunto si me odiarán o me respetarán por haber intentado salvar a sus dos tributos. Como siempre, recito la frase que el Capitolio ordena aprenderse a los vencedores, en la que recuerdo a los Días Oscuros y el honor de Cassandra y Will de haber muerto representando a su distrito. Pienso en Katniss, en qué pensaría de mí, si siguiera viva, al verme recitando esto, recordando que Los Juegos del Hambre son un castigo por el levantamiento de hace setenta y cinco años, a mí, alguien que siempre ha insultado al Capitolio en el bosque.
Me acerco al micrófono y empiezo mi pequeño discurso.
-Creía conocer a Cassandra y a Will. Me hubiera aliado con ellos desde el principio porque sabía que tenían una ventaja al ser hijos de vencedores y…
Entonces miro al lado derecho del escenario, donde sólo hay una mujer junto a una fotografía de Will. Después miro al otro lado, junto a la fotografía de Cassy, donde sólo hay un hombre. El ramo de flores y la placa que sostengo en las manos se me caen. Aún puedo escuchar la voz de Haymitch días antes de los juegos, cuando descubrimos que los padres de los chicos del seis habían sido ganadores.
-Ambos ganaron dos años consecutivos, algo que sorprendió bastante al Capitolio. Incluso se llegó a pensar que entrenaban a sus espaldas. Naturalmente, si se descubrió algo, nunca se dijo en público. Pero supongo que no encontraron nada ya que ambos siguen vivos.
-¿Y sus familias? - pregunté.
Ahora lo entiendo. Sus familias no existen. Este año en los juegos ha sido un año de castigo: a Katniss y a mí por la caza furtiva; pero no a Cassandra y a Will. No. El castigo era para sus padres, que han perdido a sus dos hijos, lo único que quedaba de sus familias.
Vuelvo la cabeza hacia la mujer, Angi, la madre de Will. Tiene la mandíbula apretada y, cuando encuentra mis ojos, mueve los labios, pidiéndome que continúe. Me concentro en recuperar el hilo de mis pensamientos. Ahora no me extraña que Cassandra y Will quisieran matarme. Ambos querían abrazar hasta la más mínima oportunidad de salir con vida. Pero no por ellos, sino por sus padres.
Carraspeo un par de veces y me agacho para recoger lo que he tirado antes de seguir.
-Lo siento. Aún tengo sus caras grabadas en la cabeza y se parecen mucho – y es la verdad, son exactamente iguales. El mismo pelo, los mismos ojos y la misma expresión de dolor escondida bajo una sonrisa – Salvé a Will e intenté hacer todo lo posible por ser un buen aliado. Quiero decirles a sus padres que jamás he conocido a dos chicos tan valientes.
El padre de Cassy se derrumba y entierra la cabeza entre las manos para ocultar las lágrimas. Sin embargo, la madre de Will mantiene la mirada fija en mí. Dura como su sobrina. En cierto modo, Cassy se parece más a su tía que a su padre; y lo mismo ocurre con Will. Entro en el Edificio de Justicia y nos conducen escaleras arriba hasta una habitación en la que hay sofás de cuero blanco y un televisor en el que ver la retransmisión de lo que ha ocurrido hace menos de treinta minutos.
-Extraña combinación – oigo decir a Portia, que está asentada enfrente de mí – Bosque y fuego.
Giro la cabeza y encuentro la razón del comentario. Madox, lleno de tatuajes de llamas, está sentado a mi lado. Teniendo en cuenta que llevo la chaqueta desabrochada y las mangas remangadas mostrando gran cantidad de mis tatuajes, la combinación resulta incluso cómica. Intento sonreír, aunque sin éxito. Aún tengo la imagen de la madre de Will pidiéndome continuar con mi discurso en la cabeza.
En ese momento, en el televisor, se muestra como se me caen el ramo y la placa.
-¿Por qué te has quedado en blanco, Gale? - pregunta Effie.
Le lanzo una miada furtiva a Haymitch, quien me observa con atención.
-Ya lo he dicho. Se parecen mucho. Cassy a su tía y Will a su tío.
Sólo Haymitch es capaz de entender el por qué me he quedado en blanco.
Un par de horas más tarde, regresan los agentes y nos conducen al comedor del Edificio de Justicia. Me siento en una de las mesas y como de los alimentos más pobres que veo. No es por falta de hambre, pero no quiero tomar nada que provenga del Capitolio. Hay un gran reloj en la pared de enfrente. Me he sentado aquí a posta, para comprobar qué ocurre a las doce. Cuando sólo faltan quince minutos para que sea medianoche, se acercan a mí un hombre y una mujer. Al principio me extraña ver a los padres de Will y Cassy aquí, ya que en los anteriores distritos no nos mezclábamos con los familiares de los tributos muertos; pero entonces recuerdo que ellos son vencedores.
-Sabes por lo que intentaban matarte tan desesperadamente, ¿verdad? - pregunta la madre de Will.
Asiento con la cabeza, aunque ya he escuchado tantas versiones que no se cuál es la correcta. Por si tenía alguna duda, el padre de Cassy interviene, sorprendiéndome con sus palabras.
-Seneca Crane les ofreció regresar a ambos si daban un gran espectáculo con vuestras muerte, para enseñar a la gente de tu distrito lo que ocurriría si rompían las normas. Ellos lo aceparon sin dudar, por nosotros.
No hace falta que continúe explicándome el por qué. Yo también habría hecho lo mismo por mi familia.
-¿Por qué me contáis esto?
-No tenemos nada que perder – dice Angi.
Me giro para mirarla a los ojos. Unos ojos fríos y calculadores, como los de Cassy. Aunque también tiene la nariz de su hijo. ¿Cómo es capaz de mantener esa frialdad tras haber perdido al último miembro de su familia? Después miro al padre de Cassy. Es la viva imagen del dolor. Me pongo en su lugar e intento imaginar cómo sería ser el mentor de mi hija y ver cómo muere de primera mano. No habría sido capaz de volver a casa.
Oigo el leve sonido del reloj al marcar las doce y después siento cómo la mano de Angi llega hasta el bolsillo de mi chaqueta.
-Ha sido un placer conocerte, Gale – dice poniéndose en pie.
-Sigue así – el padre de Cassy me pone una mano en el hombro y sigue a su hermana a través de la multitud.
Cuando llego al tren y me escondo bajo las sábanas para leer la nota, descubro que sólo hay una palabra:
“Gracias”


El Distrito 2 es enorme. Canteras de rocas; aunque también proporciona armas y Agentes de la Paz. Es un terreno montañoso en el que hay pequeños pueblos esparcidos por las montañas. Cuando nos acercamos a la ciudad principal, veo una montaña en medio.
En esta ocasión llevo unos pantalones azules celestes y una camiseta blanca con franjas horizontales transparentes. Cuando salgo al escenario, lo primero que hago es buscar a las familias. Entonces la veo. Una mujer de uno treinta y pocos años, con el pelo recogido en una coleta, pecas bajo unos ojos acusadores y oscuros. Es idéntica a ella. También está su marido, quien no se parece en nada a su hija. Al otro lado está la familia de Cato: padres rubios como él y una versión de Cato pero con veinte años, supongo que su hermano. No puedo apartar la mirada de la madre de Clove durante la ceremonia, hasta que llega el momento de mi discurso. Trago saliva con fuerza, pero las palabras no logran salir. Me froto la cara con las manos y las entierro en mi pelo, despeinándolo por completo. Necesito hablar, decir algo, lo que sea. Pero mi cabeza es incapaz de reaccionar. Entonces utilizo la fuerza de la única imagen que está presente en mi cabeza y me acerco al micrófono.
-Ese cuchillo debería haberlo usado contra mí.
Se acabó. Soy incapaz de pedir disculpas por haber asesinado a su hija, incapaz de disculparme por no haber matado a Marvel cuando tuve la oportunidad, incapaz de decirles que confiaba en ella, en Clove. Soy incapaz de pronunciar su nombre siquiera.
Y entonces la veo. El rostro de su madre, exactamente igual que el de su hija, hasta el último detalle, incluida la cicatriz bajo el labio. Observo al padre y me doy cuenta de que él también la tiene. Así que, inconscientemente, levanto la mano y acaricio la zona inferior de mi labio y ellos hacen lo mismo. Cuando separa la mano de su labio, veo el asomo de una sonrisa en el rostro de la madre de Clove. Pero no me da tiempo a comprobarlo al completo, pues unas manos me sujetan por detrás. Y me obligan a regresar al Edificio de Justicia. Me llevan casi a empujones hasta la sala en la que están mis acompañantes. Me doy la vuelta en cuanto las pu8ertas de madera blanca se cierran y empiezo a golpearlas con fuerza, intentando abrirlas sin éxito. Effie comienza a gritar histérica mientras grito improperios a la gente que debe estar escoltando la sala.
-¡Gale! – unas manos me agarran por detrás y comienzo una lucha interna. Una parte me dice que pare y me relaje, otras que siga intentando abrir la puerta, y otra que lo pague con quien intenta detenerme.
Así que intento hacerlo todo a la vez y acabo sentado en el sofá, resistiéndome a los brazos de Madox, Carlo, Haymitch y Eridia.
-¡Tenéis que soltadme! Debo hablar con ella, con la madre de Clove. ¡Tiene la cicatriz, Haymitch!
Haymitch se coloca frente a mí y comienza a hablarme como si me fuera imposible comprender las palabras más simples, intentando tranquilizarme; pero al final es Eridia, la chica obsesionada con el cabello corporal, la que empuja a Haymitch y les ordena a los demás que me suelten y se alejen.
-Tranquilo, Gale. Ahora vamos a cenar y mientras la gente habla podrás preguntarles sobre la cicatriz. Pero tienes que relajarte porque, si no, nos mandarán a todos al tren camino del Distrito 1. Sé que es duro, Gale, enfrentarte a todas las personas a las que has visto morir o a las que has matado. Pero ya casi lo has conseguido, sólo queda un distrito, la fiesta final de Capitolio y volverás a casa, sano y salvo.
¿Sano y salvo? Con el Presidente Snow deseando castigarme por ser un criminal jamás estaré sano y salvo. Pero debo conservar la calma. Las doce, sólo tendré que aguantar hasta las doce y me marcharé. Me encerraré en mi compartimento, leeré la carta y me quedaré profundamente dormido. Mientras tanto, agarro los brazos de Eridia y la obligo a permanecer agachada frente a mí. No despego la vista de sus ojos verdes y así es como mantengo la cordura hasta que otro grupo de agentes viene a por nosotros.
Eridia no se separa de mí en ningún momento durante la cena, hasta que llegan las once y media. Es ese momento en el que me quedo sólo.
-¿No comes?
 Estoy sentado frente a una mesa llena de platos que no he tocado. Levanto la mirada y me encuentro con una mujer joven, bastante guapa… hasta que sonría y descubre unos dientes modificados que parecen colmillos.
-Soy Enobaria.
La reconozco, fue bastante popular en unos juegos cuando mató a un chico desgarrándole el cuello a mordiscos. Fue así como se coronó vencedora. Se hizo tan famosa por lo que hizo, que pidió que le modificaran los dientes.
-¿No comes?
-No – respondo con sequedad.
-¿Por qué? Está deliciosa. Te recomiendo el puré de verduras. Aunque el estofado está delicioso.
-No quiero nada que venga del Capitolio.
Mi comentario la hace reír. Una risa que acompañada con sus dientes resulta terrorífica.
-Tú vienes del Capitolio, Gale. ¿O es que eres igual que hace un año? – esto hace que muestre una creciente curiosidad por lo que haya venido a decirme – Seguro que antes odiabas a la gente del Capitolio, ¿verdad? Pero ahora que los has conocido te has dado cuenta de que no son tan horribles, que son personas al fin y al cabo. Pero, fíjate en esto, dentro de cinco meses, cuando comience el Tercer Vasallaje de los Veinticinco, volverán a apostar y a disfrutar con cada muerte. Y, aunque te resulte horroroso, seguirás sin odiarlos como antes.
-Te equivocas.
-He estado en tu distrito y odiáis los juegos. Preferiríais morir antes de matar a alguien por placer de la gente del Capitolio.
-Sólo quería volver con mi familia. Sólo luchamos por nuestra supervivencia.
-Pero fuiste capaz de matar a una chica que aún tenía posibilidades de salvarse, Gale. Y tú lo sabes perfectamente. ¿Habrías hecho eso antes de ir al Capitolio?
-No.
-¿Lo ves? – pregunta divertida – Eres un producto del Capitolio. Como yo y como todos los que salimos con vida de los juegos.
 Suena el leve sonido que produce el reloj cuando dan las dos.
-Toma – añade, y mete una mano en el bolsillo de mis pantalones azules celestes. – Buen discurso.
Enobaria se levanta y se marcha. Paso con disimulo la mano por el bolsillo y noto que la nota es más grande que lo normal, lo que ocasiona un problema para leerla. Cuando emprendemos el amino de vuelta al tren, me acerco a Portia y le pregunto si la ropa de la Gira me la darán cuando volvamos al Distrito 12, ella asiente y cuando me pregunta la razón, finjo que me han encantado los pantalones.
Así que, en cuanto llego a mi dormitorio en el tren, dejo los pantalones colgados del armario y me duermo. Mañana toca el último distrito, el Distrito 1, especializado en la fabricación de joyas. Pero también el distrito del chica al que odié durante todos los juegos.
-¡Levanta Gale! Hoy va a ser un día muy, muy importante – canturrea Effie mientras golpea la puerta de mi habitación.
Me levanto justo en el momento en el que llega mi equipo de preparación,con mi desayuno.
-Lo siento Gale – dice Eridia, cogiéndome del brazo y llevándome a un sillón que hay frente a un tocador.- Vamos con retraso y, como se entere Effie... Bueno, ya la conoces, no queremos que se ponga a gritar.
Eridia coge unas pinzas y empieza a arrancarme las imperfecciones de mis cejas. Justo cuando el dolor empieza a ser insoportable, Madox sal del baño como un torbellino.
-Listo.
Esta vez, la sustancia que han echado en la bañera es de un color púrpura, cuando le pregunto a Madox, me responde hablando más rápido de lo habitual.
-Normalmente te bañas en tres bañeras con diferentes sustancias que hacen que tu piel sea más brillante y sana, además de cerrar los poros y evitar la sudoración; sin embargo, como estamos faltos de tiempo, esta mezcla consigue lo mismo, sólo que el período de duración es más corto.
Así que esta mañana se convierte en una sesión de preparación previa mucho más intensa y estresante, durante la cual apenas he comido un trozo de pan, un cazo de sopa de verdura y un pequeño trozo de salmón, uno de mis platos favoritos, que sustituyen al desayuno y al almuerzo. Cuando Portia entra con la bolsa al dormitorio y echa al resto, solo quiero dormir para que desaparezca este dolor de cabeza.
Portia se queda unos minutos sentada en la cama, acariciando la bolsa y mirándome a los ojos. Después suspira y añade:
-Es el momento de calmar las cosas.
De la bolsa saca unos pantalones negros, una camisa marrón claro y un chaqueta azul celeste abotonada que me llega a la altura de las rodillas.
Nada de mostrar tatuajes. Primero me invade la confusión, después la rabia ya que este es un distrito importante al ser uno de los profesionales, y de nuevo a la confusión. ¿Habrá ocurrido algo que obligue a suavizar las cosas?
Al igual que en el resto de los distritos, nos llevan al Edificio de Justicia escoltados por agentes de la paz y, después, salimos al escenario. Cuando llega el momento de mi discurso miro a las familias de Glimmer y Marvel. Sin embargo, mi discurso es sólo para los de Marvel.
-Al principio odiaba a ambos tributos de vuestro distrito, en especial a Marvel. Ahora, después de haber visto los juegos desde otra perspectiva, me doy cuenta de que sólo intentaba ganar para volver a casa, que no eran malvados. Incluso la locura de Marvel es razonable teniendo en cuenta en el lugar en el que estábamos y bajo qué consecuencias.
Lo siguiente de lo que soy consciente es de que estoy en el banquete, de que son las doce menos cinco y de que no hay nadie a mi lado. La Gira me está agotando hasta tal punto en el que no soy consciente del paso del tiempo. No dejo de mirar a un lado y a otro, esperando ver a algún vencedor del uno, pero nada. El único vencedor que se acerca, es el del doce, Haymitch., justo cuando dan las doce campanadas.
-Los del uno no te tienen cariño, Gale – comenta divertido, mientras desliza su mano al bolsillo de mi chaqueta azul.
-¿Se puede saber por qué? Yo no maté a ninguno de sus dos tributos.
-Cierto. Pero las personas que los mataron eran las más cercanas a ti en la arena.
Estoy demasiado cansado para discutir con él, así que me encojo de hombros. Sin embargo, sigue pareciéndome un razonamiento ilógico.
Cuando llego al tren recuerdo la nota de Haymitch y me meto bajo las sábanas. Es su retorcida e ininteligible letra, aunque yo ya estoy acostumbrado a descifrarla. Son dos simples líneas que me desgarran al mismo tiempo que me llenan de esperanzas.
“Vieron a Prim, Hazzelle y Vick en el bosque, camino del 13.
No se sabe nada del resto.”

No hay comentarios:

Publicar un comentario